Is poetry translation recreation or
creation? Why?
It is both. I will not quote the manifold
theoreticians who advocate this position, but I would like to compare two
moments in the work of Eliot Weinberger that may prove illustrative.
First, I will quote from an essay in Outside Stories, "Three Notes on
Poetry." In this essay, the North American author advocates a freedom for
the person embarking on a translation that, while not absolute, is quite broad.
Weinberger claims that poetry is what is worth translating. In the same line,
he adds that the original is never better than the translation. In his view, translating
means learning how to write poetry, because a good translation is never, or
should never be, accompanied by the insistent voice of the translator but only
by the voice of the text. In this sense, translating requires humility.
From there we can move on to a book that
is critical to answering this question. I am referring to Nineteen Ways of Looking at Wang Wei, where Weinberger brings
together different ways of approaching the translation of Wang Wei's poem,
written around the eighth century of our era. The original, however, has been
lost, and the text has reached us only through a copy from the eighteenth
century. Weinberger reviews and critiques all and every one of the translations
of this poem from a perspective that is congruent with the ideas discussed in
"Three Notes on Poetry." In this essay he points out that no
translation should be identical to the original, despite the fact that, and
this is what's interesting, many of the translations do not pass his test
precisely because of their lack of faithfulness to Wang Wei's
"original." Yet faithfulness is not a value in and of itself.
Ambas. No citaré la multitud de teóricos
que abogan por esta posición, pero sí quisiera comparar dos momentos de la obra
de Eliot Weinberger que pueden resultar ilustrativos.
Primero, citar ese ensayo de Outside
Stories, “Tres notas sobre poesía”, donde el autor norteamericano asume la
postura de una libertad, si no total, bastante amplia, para quien se apresta a
la tarea de traducir. Dice allí Weinberger que la poesía es aquello que vale la
pena ser traducido. Y en esa misma línea, agrega que el original nunca es mejor
que la traducción. Para él, traducir es aprender cómo se escribe poesía, porque
nunca viene acompañada, o no debería venir acompañada, en el caso de una buena
traducción, de la insistente voz del traductor, sino sólo de la del texto. En
ese sentido, traducir es humildad.
Y
de allí podemos saltar a un libro que para este cuestionario es decisivo, como
es Nineteen Ways of Looking at Wang Wei, donde Weinberger reúne distintas
formas de aproximarse y traducir el poema de Wang Wei, escrito aproximadamente
en el siglo octavo de nuestra era, aun cuando el original esté perdido y el
texto haya llegado hasta sólo gracias a una copia del siglo XVIII. Weinberger
evalúa y critica todas y cada una de las traducciones allí reunidas, pero lo
hace desde una perspectiva que se condice con lo planteado en sus “Tres notas
sobre poesía”, cuando plantea que ninguna traducción debe ser idéntica, pese a
que –y esto es lo interesante– muchas de las traducciones no pasan el examen de
Weinberger precisamente por su falta de fidelidad al “original” de Wang Wei.
Alaba la capacidad creadora de Kenneth Rexroth o Gary Snyder, quienes según el
ensayista son capaces de captar lo que habría querido decir Wang Wei sin dejar
de encontrar soluciones creativas a la hora de verter el poema al inglés
norteamericano del siglo XX, pero castiga fuertemente cuando autores como Chang
Yin-nan y Lewis C. Walmsley agregan de su propia cosecha y de manera
injustificada fragmentos o palabras que no se encuentran en el de Wang Wei. La
fidelidad al original no es un valor por sí mismo.
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