—In your poems there are no explicit literary presences. Rather, there are philosophers, in epigraphs, for instance: St. Anselm, Plato, Lucretius. How does the relationship between these two fields arise?
I've always thought that this is a very dangerous
relationship when the aim is to write a philosophical poem, with a theoretical,
explanatory attitude and the grandiloquence and obscurity that sometimes
characterizes philosophical language. None of this interests me. I get by with
an utterly everyday language. And if at the end I suggest a different problem
in a few lines, readers may not even take the hint, and then the poem will simply
look like a domestic poem where I talk about the milk or the sugar on the
table. A friend said it was great that I relied on my life as a housewife in
order to extol it... [Laughs] If I could, and it didn't seem too pretentious, I
would show the philosophical problems that appear in my poems, which very few
people notice because they aren't explicitly mentioned. One of the things upon
which phenomenology insists is that objects have manifold profiles. This is in
my poem about a stroll to the pond [“Múltiples paseos a un lugar desconocido”, (Manifold
Strolls toward an Unknown Place), in Dos
voces (Two Voices)].
—It says that everything changes when we decide to see. What is that about?
—It says that everything changes when we decide to see. What is that about?
—When we really want to see. And we see that no matter how
many times we circle around it, the pond escapes, invisible, amid radiant tall
trees. People would say to me, "This poem is mysterious, why does the pond
escape?" Because nothing is visible in and of itself. There is no in and
of itself of things. We see profiles; everything is fragmentary.
Interview with Osvaldo Aguirre, El País Cultural Nº 243, July 1, 1994. You can find the full interview (in Spanish) here.
—En tus poemas no hay
presencias literarias explícitas, sino más bien, en acápites por ejemplo, de
filósofos: san Anselmo, Platón, Lucrecio. ¿Cómo se plantea la relación entre
esos dos campos?
Siempre la he visto como muy peligrosa, cuando se pretende
hacer un poema filosófico, en una actitud teórica y explicativa, con la
grandilocuencia y la oscuridad que puede tener el lenguaje filosófico. Nada de
eso me interesa. Me defiendo con un lenguaje totalmente cotidiano, y si al
final sugiero otro problema, en un par de líneas, puede ocurrir que el lector
ni siquiera se dé por aludido y entonces parezca nada más que un poema
doméstico, en el que hablo de la leche, del azúcar que está sobre la mesa. Me
decía una amiga: qué bien que me apoye en mi vida como ama de casa, para
exaltarla... (risas) Si yo pudiera, y no quedara muy pretencioso, mostraría
problemas filosóficos que están dados en mis poemas y que poca gente puede
advertir, porque no están citados. Una de las cosas en que insiste la
fenomenología es que el objeto tiene multiplicidad de perfiles. Eso está en el
poema del paseo a la laguna (“Múltiples paseos a un lugar desconocido”, en Dos
voces)
—Allí se dice que todo cambia cuando uno se decide a ver. ¿Cómo es eso?
—Allí se dice que todo cambia cuando uno se decide a ver. ¿Cómo es eso?
—Cuando uno quiere de verdad ver. Y ve que, por más vueltas
que dé, la laguna escapa, invisible, en medio de altos árboles radiantes.
Entonces me decían: “Ese poema es misterioso, ¿por qué la laguna escapa?”.
Porque nada es visible en sí, no hay un en sí de las cosas: vemos perfiles,
todo es muy fragmentario.
Entrevista con Osvaldo Aguirre, El País Cultural Nº 243, 1º de julio de 1994. Pueden encontrar la entrevista completa aquí.
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