Paul Valéry once said, “The mollusk does not know its shell until it lives it,” so I curl up inside and work and wait. In my shell are books from all worlds.
It’s a tychic encounter, as Charles Sanders Peirce might
say—I read them and use them as alignments, and conjunctions appear.
This is what attracts me so strongly to the ideas of Peirce,
the philosopher and logician. I don’t begin to understand logic, but I see
things through the visual quality of his manuscripts that a professional
Peircian might miss or ignore. They present some of the problems or joys
Edwards’s and Dickinson’s manuscripts raise. Peirce’s ideas of the
Categories—Firstness, Secondness, Thirdness as a way to explain the process of
artistic inspiration—are dear to me. I love him for his titles—Man’s Glassy
Essence, How to Make Our Ideas Clear, Evolutionary Love—and for the
fantastic words he invents or adopts—ideoscopy, tychism, abduction, synechism. Synechism is
the tendency to regard everything as continuous in the way no “scholarly
interpretation can be.” It suggests the linkage of like and like-in-chance
contiguities and alignments. That idea is in my writing generally. He was
willing to carry the doctrine so far as to maintain that continuity governs the
domain of experience, every part of it. Synechism denies there are any
immeasurable differences between phenomena, not even between sleeping and
waking. This comforts an insomniac.
Paul
Valéry dijo una vez: “El molusco no conoce su caparazón hasta que lo
vive", y por eso yo me acurruco adentro y trabajo y espero. En mi
caparazón hay libros de todos los mundos.
Es un
encuentro tíquico, como diría Charles Sanders Peirce: los leo y los uso como alineamientos,
y aparecen las conjunciones.
Esto es
lo que me atrae tanto de las ideas de Peirce, el filósofo y lógico. No entiendo
nada de lógica, pero veo cosas en la cualidad visual de sus originales que a un
especialista en Peirce podrían pasársele por alto o no interesarle. Estos
textos presentan algunos de los mismos problemas o deleites que los originales
de Edwards o Dickinson podrían platear. Por su utilidad para explicar el
proceso de la inspiración artística, las ideas de Peirce sobre las categorías Primeridad,
Segundidad y Terceridad me son muy queridas. Lo quiero por sus títulos –"La
esencia de vidrio del hombre", "Cómo esclarecer nuestras ideas",
"Amor evolutivo" – y por las palabras fantásticas que inventa o
adopta: ideoscopía, tiquismo, abducción, sinequismo. El sinequismo es la
tendencia a considerar que todo es continuo, como ninguna "interpretación
académica puede serlo". Sugiere la conexión entre contigüidades y alineamientos por
similitudes y por similitudes azarosas. Esa idea está en mi escritura en
general. Peirce estaba dispuesto a llevar su doctrina tan lejos como para
afirmar que la continuidad rige el dominio de la experiencia en todas sus
partes. El sinequismo niega que haya inconmensurables diferencias entre los
fenómenos, incluso entre el sueño y la vigilia. Esto es un consuelo para alguien
con insomnio.
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