Differences between Poetry Writing and Translation: The Question of Ethics
The main difference I find between the two processes stems from the fact
that language creates, language guides and says, and therefore, the openness,
the readiness demanded – and allowed – by original creation is not always
possible in translation. Of course, we could claim that the target language
also creates, guides, and says, but obviously, we would be splitting hairs. The
openness we need in order to accept what language suggests to us when we write
poetry is not the same as the openness required when our first commandment is, as
I see it, to transmit, come what may, what is being said by a text already
complete and final – no matter how many nuances our interpretive freedom may
produce, nuances that can and ought to be recognized in any legitimate
translation process.
I would thus say that creation entails a degree of freedom that translation
cannot always enjoy, as well as a different kind of responsibility. This
assertion poses another question: Is there an ethics of translation tantamount
to the ethics of original creation? What position would translation occupy with
regards to the ethics of a text, to its ability to have a social, human impact?
I am not thinking here of the well-known Italian saying, as false as it is
trite. I am thinking, rather, of the responsibility required for the
formulation of certain concepts, and the difference with the responsibility demanded
by their accurate translation. I am thinking of the difference between the
production and propagation of ideas and prejudices, and the responsibility of
the person who translates them, who may very well be fulfilling a mission contrary
to that of the original text, for instance, the criticism, dismantling, or condemnation
of the original words or, instead, a more precise or fair judgment of the one
who conceived them.
You can find poems from MR's latest book, Carcaj: Vislumbres, in both Spanish and English here.
Diferencias
entre la traducción y la escritura de poesía. La cuestión de la ética.
La
diferencia primordial que veo entre los dos procesos nace del hecho de que la
lengua crea, la lengua orienta y dice, y por lo tanto, la apertura, la
disponibilidad que exige —y permite— la creación original no siempre se da en
la tarea de la traducción. Claro que también se podría decir que la lengua a la
que se traduce también crea y orienta y dice. Pero obviamente estaríamos
rizando el rizo. La amplitud que podemos tener para aceptar lo que la lengua
nos propone al escribir un poema propio, no es la misma que tenemos cuando el
primer mandamiento es —como pienso—
transmitir —sí o sí— lo que dice un texto que nos llega ya concluido y
definitivo de antemano, aun con todos los matices de libertad interpretativa
que se le pueda y deba reconocer a todo proceso legítimo de traducción.
Diría
así que la creación implica una libertad de la que la traducción no siempre
puede valerse como también implica un distinto tipo de responsabilidad. Lo que
nos lleva a plantearnos otra pregunta: ¿hay una ética de la traducción
equivalente a la ética de la creación original? ¿qué posición ocuparía la
traducción con respecto a la ética de un texto, a la capacidad de producir un
impacto en lo social, lo humano, del texto original? No estoy pensando aquí en
el tan falso como remanido adagio italiano. Estoy pensando en la responsabilidad
por la formulación de ciertos conceptos y su diferencia con la responsabilidad
por la ajustada traducción de los mismos. Estoy pensando en la diferencia entre
la producción y propagación de ideas y prejuicios y su diferencia con la
responsabilidad de quien los traduce, que muy bien podría estar sirviendo a la
misión contraria a la del texto original, tal como la crítica o el
desmantelamiento de lo original proferido, o bien la condena, o un juicio más
preciso o más justo de aquel o aquella que lo concibió.
Pueden encontrar poemas del último libro de MR, Carcaj: Vislumbres, aquí.
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