3) ¿La
traducción de poesía afectó su escritura? ¿En qué sentido?
Sí,
profundamente. Quisiera tener la lucidez necesaria para precisar los modos en
que traducir afectó mi propia escritura, pero tal vez partiré por el hecho de
que no creo, visto lo respondido antes, que, por lo menos en mi caso, se pueda
hablar responsablemente de “mi escritura” como algo ajeno o aun peor separado
de “mis traducciones”. En ambos casos, se intenta escribir un texto que
funcione, literariamente hablando: un buen poema, propio o ajeno. Pero esto es
fascinante también porque nos sirve –otra vez, ya que esto es cuento viejo–
para interrogar nuestras en ocasiones tan preciadas nociones de autoría, sobre todo
desde el romanticismo hacia acá. ¿No son acaso nuestros textos siempre los
textos de otros?, ¿no estuvimos/estamos influenciados por una tradición de
muertos que intentamos hacer nuestra?, ¿no citamos a otros autores, no hay
profundos intertextos, plagios asumidos u ocultos en nuestras tan nuestras
escrituras?
Además, yendo
al hueso de la pregunta, creo que no escribo como lo hacía antes de venirme a
Estados Unidos y comenzar a traducir en serio. Las dos petas que he traducido
(traducciones que he publicado en un par de libros: Cosmopolita, de Donna
Stonecipher, el 2014; Feliz año nuevo, de Mónica de la Torre el 2017, Ciudad
modelo, de Donna Stonecipher otra vez, el 2017 probablemente) despliegan un
sentido del poema en ocasiones radicalmente distinto a lo que yo hago, lo cual
me ha llevado constantemente a replantearme mi escritura “propia”.
Específicamente, el hecho de que ambas se cuestionen fuertemente la idea de un
hablante lírico (el sólo concepto yo creo que les provocaría una irónica
sonrisa), de alguna manera me ha obligado, ejercicio que creo que es siempre
necesario, además de útil, a preguntarme por mi propio lugar de hablada, desde
dónde escribe uno, a fin de cuentas, y para quién. Un ejercicio ojalá de
lucidez, aun cuando te decía más arriba que no es precisamente mi
característica más fuerte.
3) Has poetry translation affected your writing? How?
Yes, very deeply. I would like to have
the necessary clarity to specify the ways in which translating has affected my
own writing. Perhaps I should start by saying that I don’t think, at least in
my case, that I could speak responsibly of “my writing” as something foreign to
or, even less, separated from “my translations.” In both cases, one tries to
write a text that works from a literary viewpoint – a good poem, whether one’s
own or someone else’s. Yet this is fascinating because it helps us (once again,
as this is old news) question our sometimes-cherished notion of authorship,
especially since Romanticism. Aren’t our texts always others’? Haven’t we always
been influenced by a tradition created by dead people that we try to make our
own? Don’t we quote other authors, aren’t there deeply buried intertexts,
assumed or hidden plagiarisms in our so-ours writings?
Moreover, going into the heart of the matter,
I think I no longer write as I did before I came to the US and started
translating in earnest. The sense of the poem displayed by the two poets I’ve
translated (whose work has been published in three books, Cosmopolita by
Donna Stonecipher in 2014, and Feliz año nuevo by Mónica de la Torre and
Ciudad modelo, also by Donna Stonecipher, in 2017) is sometimes
radically different from mine. This discrepancy has led me to constantly rethink
my “own” writing. Specifically, the fact that both poets strongly question the
idea of a lyrical I (the very idea, I think, would make them smirk) has somehow
forced me to engage in an exercise that I see as both necessary and useful.
I’ve had to ask myself about my own speaking position – ultimately, from where
one writes, and for whom. Hopefully, it is an exercise in clarity, even if I
mentioned earlier that clarity isn’t precisely my strongest feature.